jueves, 26 de marzo de 2009

Un hueco para mi mano


Minutos antes de las tres de la tarde entro en el vagón del metro de la estación de Sevilla. En el penúltimo. Y ahí, invariable desde hace una semana, viaja un hombre de pelo blanco, ropa envejecida y mirada inquieta. Ya hace siete días que me habla al entrar. Siempre es amable, aunque a su alrededor se abre un espacio inusualmente amplio para la hora punta que empieza. Desde su boca de labios finos salen palabras suaves. El primer día apartó su mano del hierro que hay junto a la puerta para que pudiese tener un espacio en el que sujetarme.
- Ten cuidado, agárrate a mi lado.
Fui obediente, puse la mano donde me dijo y así evité tropezar cuando el metro partió de la estación a toda velocidad. Le sonreí agradecida.
En la siguiente estación habló también. Pero la chica a la que ofrecía un espacio para la mano prefirió seguir hacia dentro y ni le miró.
En la siguiente estación me bajé y le dije adiós.
El segundo día volvió a aparecer en el mismo tren, a una hora similar, con una ropa parecida.
- Aquí tienes sitio. Es mejor no hacer equilibrios.
Una vez más acepté su ofrecimiento.
Le hace hueco a quien entra. Habla a quien elige. Pero no recibe respuesta. El sigue con su empeño, o con su manía, o con su educación...
Hoy se ha limitado a sonreirme porque las palabras han sido para una madre que llegaba llevando a sus dos hijos de la mano. Les ha cedido el espacio a ellos. Los niños, pequeños, le han mirado por encima de sus gorras, pero la madre se ha limitado a seguir gritándoles que ya no les repetía más veces que estaba cansada de gritar. Cualquiera lo diría, porque de su voz seguía saliendo un torrente de voz chillona.
Mañana volveré a esperar en el mismo lugar del andén a que llegue el hombre de chaqueta gastada al que los demás no se quieren acercar porque habla. Y aceptaré, si me lo deja, el hueco sobre el que colocar mi mano.

domingo, 22 de marzo de 2009

Morir junto al amor


Harriet está a punto de morir. A su lado está el hombre que la abandonó cuando apenas inauguraban la juventud, y ella le confiesa que jamás amó a nadie como a él. Por eso le buscó cuando sabía que su vida se acababa. “El amor es un alivio, un remanso, tal vez incluso una seguridad que le resta horror al encuentro con la muerte”.

Es lo que le dice Harriet a su amor en el libro que ahora estoy leyendo, Zapatos italianos, de Henning Mankell.

Morir junto al amor.

martes, 17 de marzo de 2009

Aceite con amigos


Aceite. DE OLIVA. Virgennn. EXTRA.
AMIGOS.
Jamón. Con QUESO. Que no se te olvide el lomo. NI la cecina. Y ese chorizo que PICA.
Cieeeeerra los ojos.
Espera, antes coge el pan. Un trozo de los especiales. Del que tiene aceitunas. O el negro de centeno. O....
Ahora sí.
Cierra los ojos.
Y moja.
Mete el pan en el cuenco, en cualquiera. Huele. Deja después que el aceite en la boca que se deslice suave.
Traga sintiendo los sabores.
Yyyyyy..... ahora un poquito de vino.
El vino limpia el paladar del sabor del aceite que ya hemos probado. Lo deja limpio para SEGUIR.
..........Nos quedan nada más que otros once para probar, comparar, disfrutar......
El experimento: en la terraza de casa.
A probar: 11 aceites de calidad extra de Jaén y uno del desierto de Almería.
Resultado: Un día entero y completo con sabor. Con risas, con amigos, con entusiasmo.
Posted by Picasa